lunes, 23 de noviembre de 2015

Un marqués es un marqués


El retrato del Marqués de San Adrián de Goya, se considera uno de los mejores retratos e cuerpo enteró realizados por el famoso pintor.

Es un retrato pintado al natural de D.José de Magallón y Armendáriz, V Marqués de San Adrián. Se trata de un noble navarro que accedió que accedió a la grandeza en 1802. Goya lo pintó en su pleno esplendor como retratista (1803-1806).

Analizando el retrato, vemos un hombre tras una postura convencional y vemos cómo Goya es capaz de hacer un riguroso trabajo de captación psicológica.  El rostro es uno de los puntos principales de atención del lienzo, mostrándonos un gesto alegre y sugerente. La expresión del Marqués, nos hace pensar que se trataba de una persona simpática, a la vez que orgullosa. También nos muestra a un  hombre de porte elegante y altanero. Es decir, a pesar de que tiene  un aspecto amigable, también muestra ciertos aires de superioridad e incluso de arrogancia.
Es sorprendente como estos rasgos psicológicos pueden intuirse a través de un retrato, al que se le suma la dificultad de tratarse de un cuadro, ya que a través del pincel, plasmar rasgos más abstractos y de la personalidad resulta más difícil que si se hiciese por ejemplo, mediante una cámara fotográfica. Es increible por lo tanto que bajo la expresión dibujada en el lienzo se pueda determinar que la personalidad de este hombre, que no simplemente denota un estado de ánimo sino que hace una combinación de qué tipo de persona es, ya que arrogancia y simpatía no son dos rasgos que suelan ir de la mano y sin embargo aquí los vemos unidos en una misma expresión, en la misma mirada.



lunes, 26 de octubre de 2015

Sábado en Barcelona

Me despierto, mis sábanas me han atrapado y no me dejan salir de la cama. El suelo esta frío, me estiro con todo el cuerpo y me levanto poco a poco. Está todo oscuro, solo pasa un hilo de luz entre las persianas. Me voy hacia la cocina, huele a café, me sirvo una taza y me voy al salón. Hace buen día, mis hermanos están correteando por toda la casa y mi madre les grita para que se vayan a vestir. Mi hermana, de 16 años, parece que sigue soñando, casi no puede abrir los ojos y su cara parece dormida. Me voy a duchar, hoy vamos a comer fuera con unos amigos, abro la llave del agua caliente, me pongo debajo y no se si me despierta o me duerme más pero estoy muy a gusto debajo del agua. 

Me arreglo y poco después nos vamos todos hacia el coche para ir a un restaurante que está a las afueras de Barcelona. Al cabo de media hora llegamos, ¡qué bonito!, el restaurante está en una casa de campo, y tiene caballos, está todo muy bien cuidado. Los amigos de mi madre tienen un perro desde hace poco, es precioso, bueno preciosa, se llama Kira, tiene unos dos meses y parece un peluche, con el pelo gris y los ojos de un azul cielo que parece de anuncio. 

Nos sentamos en la mesa, en un extremo los mayores y en el otro los pequeños. Pedimos la comida y en muy poco tiempo sirven a los niños,¡qué buena pinta!, todos se piden lo mismo, no vaya a ser que haya peleas por la comida, costillas de cordero con patatas fritas. Mientras tanto, nosotros comemos tostadas con tomate, pero enseguida nos llega nuestra comida, ¡suerte que he pedido un plato único! me traen un solomillo con patatas y judías, tan grande que no cabe ni en el plato, los demás me miran asombrados ya que por no fiarse de mi instinto, se han pedido dos platos. Está todo buenísimo, pero era de esperar, los restaurantes al estilo tradicional no suelen fallar nunca.

Después del café, vamos a la terraza de fuera que da a las pistas de equitación, tanto los caballos como los jinetes y amazonas parecen profesionales. Después de unas horas hablando, decidimos trasladar la fiesta a Barcelona, cosa que me va genial porque he quedado con unos amigos para cenar y ya son las siete de la tarde. Así que, nos metemos todos en los coches y nos vamos para casa de mi madre. 

Una vez allí, me voy corriendo al baño para arreglarme, tengo que estar presentable, ya que, hace un mes y medio que no veo a mis amigos, es lo que tiene estudiar en Pamplona. En el salón parece que han puesto un altavoz, el sonido se amplifica, y es que entre los niños que no paran y los adultos que tampoco se callan, parece una casa de locos, les dejo a lo suyo y me voy escaleras a bajo a buscar un taxi. 

Cuando me bajo del taxi, mi amigo Oriol, me está esperando al lado de la puerta ya que había salido del coche de su madre al mismo tiempo que llegaba yo. Su hermana se me tiró encima, me dio un beso y se metió de nuevo en el coche de su madre. Mi amigo y yo nos dimos un abrazo y nos pudimos a buscar a Judith, que en teoría hacia rato que nos estaba esperando, dimos un par de vueltas y la encontramos entre la multitud con una sonrisa e oreja a oreja. Comimos en la terraza de un restaurante italiano, tanto el lugar, como la comida como el servicio eran inmejorables, aunque eso también tenía algo que ver con la compañía. El estilo del restaurante era moderno, minimalista, pero a la vez tenía detalles rústicos, combinando madera y hierro y la terraza tenía cuatro arboles y que la hacían muy acogedora. Después de comer y de hablar durante horas nos tuvimos que despedir. 

Cuando volví a casa, los amigos de mi madre seguían allí, animados como siempre, y los niños habían sido aducidos por "nintendos" y estaban tirados en el sofá, hasta que empezaron a quejarse de que tenían sueño y querían dormir. Al poco rato llegaron los taxis que les llevarían a casa, así que me despedí de todos y al irse ellos a mi madre y a mí parecía que poco a poco el sueño nos iba invadiendo así que decidimos ir a dormir y dar la fiesta por terminada, mañana sería un nuevo día. 

Lo que más pena me dio, al irme a dormir, es que me di cuenta que no me había despedido de Kira, ojalá se hubiese quedado un par de días, ¡qué cosa más tierna!.

domingo, 25 de octubre de 2015

martes, 13 de octubre de 2015

Las 6 leyes de la fotografía

1. Sencillez: una bicicleta candada















2. Líneas: San Nicolas y la catedral



















3. Tercios: Una casa cerca del casco antiguo















4. Encuadre: El ayuntamiento




















5. Figuración/Fondo















6. Equilibrio: Calle del casco antiguo

domingo, 11 de octubre de 2015

Sueños inalcanzables


Qué bonito es todo cuando se ve desde fuera...no hay mejor máscara que la imagen que uno proyecta de si mismo, pero ¿qué pasa con el interior?, no es oro todo lo que reluce, en el interior siempre se encuentran cosas buenas mezcladas con un olor que apesta a rancio que desprenden las pesadillas que a veces ni uno mismo entiende, inseguridades, temores, traumas, soledad...Solo cuando somos capaces de buscar en lo más profundo de nuestro ser somos capaces de ir quitando las telarañas que ahogan nuestras ganas de vivir y solo entonces podremos dejar de ser unos hipócritas con nosotros mismos. 
Hace tiempo que quiere volar, explorar otras zonas, conocer paisajes nuevos pero sus pies siguen anclados en el suelo, impidiéndole alcanzar lo inalcanzable. Se siente solo, quiere poder desahogarse con alguien o beber un poco de ese líquido tan especial que a la gente le gusta tomar para reír, para llorar, para bailar, para tener una excusa si va a hacer algo que sabe que está mal, para que su tristeza y su soledad se vayan con la ayuda de una arcada para expulsar la frustración acumulada. 
Esta harto de que le rodee todo el mundo, de que le pisen, que abusen de él, que le peguen sin motivos y que le tiren del pelo y le desnuden sin su permiso...harto de escuchar conversaciones que ni le van ni le vienen y de no poder quejarse de nada. Se creen que es de hierro pero no, también siente, aunque esté callado, aunque ni se inmute, aunque parezca el típico tipo duro que no necesita a nadie y que por el mero hecho de ser fuerte y grande es juzgado por su aspecto y no por lo que realmente siente.
Un día no pudo más, unos gamberros se acercaron a él y se burlavan de su aspecto, cada vez más deteriorado, como siempre se sentía impotente. Empezaron a tirarle piedras, a ver cual de los más tontos la lanzaba más fuerte, cuando se cansaban empezaban con una tortura diferente, le pegaban con palos y hasta le escribían memeces en la piel. Su paciencia se agotó, no podía más, necesitaba soltar toda su ira, por una vez en su vida no quería sentirse anclado, quería gritarles, darles su merecido y como si una fuerza superior le hubiese entendido, le dio impulso y azotó a uno de los críos y luego a otro, hasta que huyeron corriendo como conejillos asustados.
Desde ese día su decadencia empezó a desaparecer y poco a poco iba recuperando su vitalidad. Entendió que los sueños inalcanzables no tienen que torturarle, porque eso es lo único que le impedirá abrirse camino hacia ellos. Se sentía grande, espléndido por dentro y por fuera, ya no llevaba una máscara, se mostraba reluciente por fuera como se sentía por dentro, la gente cada vez se sentaba más cerca de él incluso le elogiaban. Era feliz, se sentía seguro de si mismo, había recuperado sus ganas de vivir, le gustaba pasar horas y horas bajo el sol, que la lluvia resbalara por su cuerpo, que el viento le agitase la melena. Parecía un milagro que hubiese salido del pozo en el que se había quedado estancado, poco a poco fue quitándose las telarañas, un día se despertó mas reluciente que nunca, llevaba ropa nueva, iba todo de un blanco reluciente, todo un señor, el más elegante del parque. Ese día una niña pequeña que lucía trenzas rojizas se acercó a observarle, le quiso leer los regalos que quería para navidad, se pasó horas dando vueltas a su alrededor. Cuando sus padres la fueron a buscar, la niña se abrazó a él lo más fuerte que pudo como él, también era solitaria y con grandes sueños, decía que a su lado se sentía escuchada, respetada, su compañía era agradable, nadie le quitaba las gafas ni le tiraba de las trenzas.
Unos días después, la niña volvió sonriente a su lado, su padre y varios amigos también acudieron. Le acarició y le susurro que ya no tenían que estar solos, le prometió que en su casa sería feliz y que le vestirían con los mejores trajes que alguien tan apuesto como él pudiese llevar. Estaba nervioso pero había algo que le decía que estaría bien, que ese era el momento de volar de ese sitio. En un abrir y cerrar de ojos se encontraba tumbado en una camioneta con la música a tope y se sentía más vivo que nunca. Por primera vez pudo ver lo que había más allá de ese parque, no podía parar de mirar a todas partes, el sentimiento de adrenalina iba creciendo en su interior y se sentía más feliz que nunca. Al llegar a casa le mostraron el jardín y le hicieron un hueco cerca de la entrada, desde allí podía observar el paisaje mucho mejor, le gustaba el sitio, era acogedor. Se sorprendió que por primera vez alguien se mostrara tan afectuoso con el y le llenaron de adornos y regalos, hasta le pusieron un sombrero con forma de estrella en la cabeza. ¡Eres el árbol de navidad más bonito del mundo!, dijo la niña, ya no estaba solo, le daban de comer todos los días y se reunían a su lado para cantar canciones con la guitarra, al fin se había liberado de su pasado oscuro, ya ni siquiera quedaba rastro de él, había encontrado la paz.


Publicar o no publicar, esa es la cuestión...


Conmovedor, sobrecogedor y triste son algunas de las palabras que me vienen a la mente al ver esta preciosa y a la vez terrible fotografía del pequeño sirio de 3 años, Aylan Kurdy.

Si es ético o no hacer la fotografía y publicarla es una decisión de extrema delicadeza y a la hora de meditarlo creo que es vital pensar en las consecuencias, en las repercusiones positivas y negativas que va a tener.
Por un lado es duro ya que piensas también en como se sentirán sus familiares al ver la imagen del pequeño publicada por todas partes, aunque creo que eso es lo que menos les importa en este momento . Por otro lado, me gustaría entender por qué esta fotografía ha causado tanta polémica cuando constantemente ya sea en televisión o redes sociales, se publican imágenes de niños de todo el mundo desnutridos, mutilados, desamparados... afectados por guerras, desastres naturales o por la pobreza en la que viven. 
Es repugnante que hoy en día sigan sucediendo cosas así y si al menos esta fotografía del pequeño Aylan ha servido para que los gobiernos vuelvan a tratar el conflicto y se pongan las pilas para ayudar a los refugiados, solo me cabe pensar que su publicación ha sido beneficiosa no solo para concienciar al mundo entero de la realidad de muchas familias, sino también para evitar que más gente inocente siga viviendo con miedo a acabar como este pequeño o que sus familiares y amigos corran la misma desgracia. 
Por lo tanto, si el resultado ha sido positivo opino que se ha hecho bien al publicar esta fotografía, siempre que se haga desde el respeto y fuera de lo morboso, solo para mostrar la realidad que viven algunas personas e intentar buscar respuestas por parte de los que realmente pueden cambiar el rumbo de estas situaciones.
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