Qué bonito es todo cuando se ve desde fuera...no
hay mejor máscara que la imagen que uno proyecta de si mismo, pero ¿qué pasa
con el interior?, no es oro todo lo que reluce, en el interior siempre se
encuentran cosas buenas mezcladas con un olor que apesta a rancio que
desprenden las pesadillas que a veces ni uno mismo entiende, inseguridades,
temores, traumas, soledad...Solo cuando somos capaces de buscar en lo más
profundo de nuestro ser somos capaces de ir quitando las telarañas que ahogan
nuestras ganas de vivir y solo entonces podremos dejar de ser unos hipócritas
con nosotros mismos.
Hace tiempo que quiere volar, explorar otras
zonas, conocer paisajes nuevos pero sus pies siguen anclados en el suelo,
impidiéndole alcanzar lo inalcanzable. Se siente solo, quiere poder desahogarse
con alguien o beber un poco de ese líquido tan especial que a la gente le gusta
tomar para reír, para llorar, para bailar, para tener una excusa si va a hacer
algo que sabe que está mal, para que su tristeza y su soledad se vayan con la
ayuda de una arcada para expulsar la frustración acumulada.
Esta harto de que le rodee todo el mundo, de que
le pisen, que abusen de él, que le peguen sin motivos y que le tiren del pelo y
le desnuden sin su permiso...harto de escuchar conversaciones que ni le van ni
le vienen y de no poder quejarse de nada. Se creen que es de hierro pero no,
también siente, aunque esté callado, aunque ni se inmute, aunque parezca el
típico tipo duro que no necesita a nadie y que por el mero hecho de ser fuerte
y grande es juzgado por su aspecto y no por lo que realmente siente.
Un día no pudo más, unos gamberros se acercaron
a él y se burlavan de su aspecto, cada vez más deteriorado, como siempre se
sentía impotente. Empezaron a tirarle piedras, a ver cual de los más tontos la
lanzaba más fuerte, cuando se cansaban empezaban con una tortura diferente, le
pegaban con palos y hasta le escribían memeces en la piel. Su paciencia se
agotó, no podía más, necesitaba soltar toda su ira, por una vez en su vida no
quería sentirse anclado, quería gritarles, darles su merecido y como si una
fuerza superior le hubiese entendido, le dio impulso y azotó a uno de los críos
y luego a otro, hasta que huyeron corriendo como conejillos asustados.
Desde ese día su decadencia empezó a desaparecer
y poco a poco iba recuperando su vitalidad. Entendió que los sueños
inalcanzables no tienen que torturarle, porque eso es lo único que le impedirá
abrirse camino hacia ellos. Se sentía grande, espléndido por dentro y por
fuera, ya no llevaba una máscara, se mostraba reluciente por fuera como se
sentía por dentro, la gente cada vez se sentaba más cerca de él incluso le
elogiaban. Era feliz, se sentía seguro de si mismo, había recuperado sus ganas
de vivir, le gustaba pasar horas y horas bajo el sol, que la lluvia resbalara
por su cuerpo, que el viento le agitase la melena. Parecía un milagro que
hubiese salido del pozo en el que se había quedado estancado, poco a poco fue
quitándose las telarañas, un día se despertó mas reluciente que nunca, llevaba
ropa nueva, iba todo de un blanco reluciente, todo un señor, el más elegante
del parque. Ese día una niña pequeña que lucía trenzas rojizas se acercó a
observarle, le quiso leer los regalos que quería para navidad, se pasó horas
dando vueltas a su alrededor. Cuando sus padres la fueron a buscar, la niña se
abrazó a él lo más fuerte que pudo como él, también era solitaria y con grandes
sueños, decía que a su lado se sentía escuchada, respetada, su compañía era
agradable, nadie le quitaba las gafas ni le tiraba de las trenzas.
Unos días después, la niña volvió sonriente a su
lado, su padre y varios amigos también acudieron. Le acarició y le susurro que
ya no tenían que estar solos, le prometió que en su casa sería feliz y que le
vestirían con los mejores trajes que alguien tan apuesto como él pudiese
llevar. Estaba nervioso pero había algo que le decía que estaría bien, que ese
era el momento de volar de ese sitio. En un abrir y cerrar de ojos se
encontraba tumbado en una camioneta con la música a tope y se sentía más vivo
que nunca. Por primera vez pudo ver lo que había más allá de ese parque, no
podía parar de mirar a todas partes, el sentimiento de adrenalina iba creciendo
en su interior y se sentía más feliz que nunca. Al llegar a casa le mostraron
el jardín y le hicieron un hueco cerca de la entrada, desde allí podía observar
el paisaje mucho mejor, le gustaba el sitio, era acogedor. Se sorprendió que
por primera vez alguien se mostrara tan afectuoso con el y le llenaron de
adornos y regalos, hasta le pusieron un sombrero con forma de estrella en la
cabeza. ¡Eres el árbol de navidad más bonito del mundo!, dijo la niña, ya no
estaba solo, le daban de comer todos los días y se reunían a su lado para
cantar canciones con la guitarra, al fin se había liberado de su pasado oscuro,
ya ni siquiera quedaba rastro de él, había encontrado la paz.
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